Había una vez una joven putita llamada Puticienta que no tenía padres sino madrastra, con dos hijas también muy putas que venían a ser hermanastras de Puticienta. Las 4 vivían en un burdel que a veces funcionaba como canal privado de televisión y todas atendían a sus clientes pero la pobre Puticienta era la que debía trabajar más y siempre exhibiéndose en revistas de poca monta.
Un día El burdel rival organizó una orgia para escoger a la que protagonizaría una nueva pornonovela con el príncipe de ese canal. La madrastra le dijo a Puticienta que no iría a la orgia porque se quedaría atendiendo el burdel mientras sus hijas se divertirían retozando con todos.
La pobre Puticienta se quedó sola en casa la noche de la orgia mientras su madrastra y hermanastras partían a la orgia. Entonces apareció su Hada Madrina quien le prometió que podría ir a la orgia. Puticienta suspiró escéptica pues sabía que no tenía los medios ni la ropa adecuada para ir. Con un toque de su varita mágica el Hada Madrina transformó los feos trapos que llevaba Puticienta en una provocadora lencería y convirtió la auyama que tenían para el almuerzo en un bello carruaje impulsado por caballos.
Completamente dichosa, Puticienta agradeció a su Hada Madrina y partió rumbo a las instalaciones del canal rival. Para cuando llegó, todas las aspirantes a actriz estaban repartiendo el chocho pero ninguna lograba llamar la atención del príncipe. El príncipe, que se distinguía de los demás miembros de la corte por su prominente miembro nasal, aprovechó que Puticienta tenía el chocho bien grande e introdujo su nariz en él. Los invitados a la orgia quedaron atónitos pues nunca habían visto a una mujer que le cupiera semejante cosa. Así pasaron Puticienta y el príncipe toda la noche, sin darse cuenta de la hora...
lunes, 30 de agosto de 2010
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1 comentario:
muy cierto gracias por abrirle los ojos a la gente de tanta cochinada televisiva
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